Fecha: 25/09/2023
Iturria : Fantova.net
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Una parte importante del tercer sector opera en el ámbito de los servicios sociales. Ello no quiere decir que esas entidades de la iniciativa social o la economía solidaria operen sólo en dicho ámbito, pues es posible que, además, puedan estar presentes en ramas de actividad como las de la salud, el ocio, la vivienda u otras.

En su comunidad de conocimiento, hoy en día, los servicios sociales tienden a concebirse como unos servicios para todas las personas. Desde diversas partes de esa comunidad vamos viendo, proponiendo y configurando los servicios sociales como cuidados, apoyos e intervenciones orientadas a proteger y promover la Interacción de las personas, entendida como su capacidad autónoma para las decisiones y actividades de la vida diaria en un proyecto de vida, manteniendo relaciones primarias cotidianas de carácter familiar y comunitario.

Sin embargo, en las concepciones sobre los servicios sociales realmente operantes sigue aflorando en muchos casos la visión de los servicios sociales como servicios (tendentes a integrales) para determinadas categorías especiales de personas. Los servicios sociales son, quizá, como un camión que está atascado en una curva del camino. Las dos opciones que tiene serían:

  • Retroceder para ocuparse globalmente de situaciones y problemáticas que no encajan en los marcos y modos de vida mayoritarios en la sociedad e intentar ayudar a que encajen (por ejemplo, situaciones de discapacidad en tanto en cuanto se entiende que representan o generan exclusión).
  • Avanzar para ser cabalmente servicios para todas las personas (como sistema universal), proveedores y organizadores de los cuidados cotidianos y apoyos comunitarios que cualquier persona (que todas las personas) puede(n) necesitar en diferentes momentos de su vida (y responsables de las correspondientes intervenciones preventivas).

El camión de los servicios sociales está muy atascado en esta curva y emite y recibe mensajes contradictorios (unos en un sentido y otros en otro sentido) y por eso nos cuesta tanto ver e impulsar su transformación.

Ciertamente, la propuesta de definir la finalidad de los servicios sociales (y consiguientemente del tercer sector de acción social) en positivo y de forma universal (es decir, identificando un bien que interesa a todas las personas) no responde a un prurito terminológico sino que pretende ayudar a los servicios sociales (y, específicamente, a su iniciativa social y economía solidaria) a continuar evolucionando desde aquella configuración pensada para colectivos especiales (que necesita que las personas puedan ser etiquetadas como miembros de dichos colectivos para poder atenderlas) a la tan deseada configuración universalista, preventiva y comunitaria que tan bien casa con su condición de instrumentos de colaboración, participación y solidaridad.

Las situaciones globales de las personas que denominamos con términos como vulnerabilidad, pobreza, discapacidad, soledad o exclusión son, claramente, responsabilidad siempre de varias ramas de actividad a la vez, integradas vertical y horizontalmente y dinamizadas por procesos transversales de acción comunitaria. Y son cada vez más impensables los servicios sociales (y su tercer sector) como una especie de última red que se puede ocupar de todos los bienes o necesidades de las personas cuando fallen los sistemas especializados en cada una de ellas.

En ese contexto, que constituyamos una organización del tercer sector de, desde y para las personas con una determinada característica o situación nos habilita para reclamar y contribuir a que los servicios sociales (y todos los demás) traten bien a dicha categoría de personas y aborden adecuadamente su problemática, pero no (sino quizá todo lo contrario) para que los servicios sociales (o cualesquiera otros) constituyan servicios específicos para tales perfiles de personas.

Vivimos tiempos en los que no es menor el riesgo de involución y de reforzamiento de las dinámicas de segregación e institucionalización de personas en función de una determinada situación o característica que les es atribuida y que se utiliza como definitoria y abarcadora de toda la persona. Por ello hemos de poner especial cuidado en que, del legítimo derecho que tienen las personas de agruparse en función de una determinada característica, situación, preocupación o finalidad, no se siga la configuración de los servicios sociales (y otros) homogéneos y homogeneizadores (segregados y segregadores, institucionalizados e institucionalizadores).

La incardinación territorial y comunitaria de las organizaciones del tercer sector (y, en general, de los servicios sociales y otras organizaciones de bienestar) y su compromiso cotidiano con la inclusión social y en contra de toda segregación deben llevarlas a potenciar y aumentar su capacidad de atención a las diversidades, a la vez que cultivan y promueven la especialización profesional y personalización de la atención que requiere estar a la altura del reto que representan necesidades y expectativas sociales complejas en una sociedad que está viviendo importantes transiciones. La identificación y promoción de recursos, capacidades, apoyos  y activos personales, naturales, comunitarios y ecológicos será un dinamismo clave, sin duda.

Las gentes del tercer sector y los servicios sociales estamos llamadas a unir viejas y nuevas causas y procesos de transformación, (a) viejos y nuevos agentes y dinámicas de cambio. Para ello, seguramente, la comunidad y el territorio son la referencia cardinal, con sus ingredientes de proximidad, diversidad, identidad, integración, red y solidaridad. Sin desconocer que son poderosas las dinámicas de individualización, extralimitación, segregación, mercantilización, turistificación, gentrificación, dualización, polarización, colonización, patriarcalización, securitización, precarización, burocratización, desvinculación, alienación y otras.

Necesitamos unos servicios sociales y unas organizaciones solidarias en las que se verifique la sinergia entre la acción voluntaria y la excelencia profesional y entre la fidelidad a su misión transformadora y la dinámica de innovación. En las que los diferentes saberes (ético, estético, científico, técnico, tecnológico, experto, práctico) se alimenten y se estimulen mutuamente. Siempre alerta ante el riesgo del asistencialismo, el paternalismo, el edadismo, el capacitismo, el machismo o el racismo en los que nos movemos o caemos.

La propuesta y el relato de unos servicios sociales que sirvan para cuidarnos en comunidad todas las personas podrían funcionar como catalizadoras de procesos, articuladoras de agentes, agregadoras de apoyos y desencadenantes de cambios que permitan que nuestro camión pueda ir hacia delante y avanzar cogiendo ritmo y sentido. Para ello, seguramente, nos toca, en días como el de hoy, bajarnos del camión, tomar perspectiva y ponernos de acuerdo para arrimar conjuntamente el hombro y empujar.

Bibliografía revisada

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(Sobre estas cuestiones hablaremos el martes, 26 de septiembre de 2023, en el encuentro sobre “Apoyo a la vida independiente en comunidad” de la Red Oikos de Economía Social” a realizar en la Associació Alba (Tárrega) y el miércoles, 27, en las jornadas de la Federació Allem a celebrar en Lleida bajo el lema “Apoyos, comunidad, autonomía: el reto de la transformación de los servicios sociales”.)